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¿Son importantes las vitaminas?

Foto de frutas.

La medicina de nuestros días es diferente a la medicina de nuestros abuelos y, en ese sentido, la medicina del siglo XXI no es la misma que la medicina de hace cinco siglos. Muchas cosas han cambiado, no solo en el sentido farmacéutico y tecnológico, que sigue el ritmo del desarrollo tecnológico en general, sino también, y más importante, en nuestra visión de la salud y del rol que la profesión del médico cumple en ella.

En la antigüedad y en las primeras civilizaciones humanas solo existía el médico cuando existía la enfermedad o, dicho de otra forma, el médico era solo útil cuando alguien se enfermaba. No existía el concepto de prevención pues no había nada que relacionara la idea de que podíamos hacer determinadas acciones para que no aparezcan las enfermedades. Esto fue evolucionando a medida que se comprendía mejor el concepto de salud – enfermedad y su consolidación se marcó con la creación de las vacunas, todo un hito de la medicina preventiva. Lo que sigue después es la gradual concientización de que la medicina debe, sobre todo, ser preventiva y de que el médico es quien debe dirigir dicha prevención. Así, comenzaron a generarse los chequeos preventivos, las campañas de salud, la difusión masiva de información a las poblaciones y un largo etcétera.

Mantenerse sano implica un esfuerzo: se debe comer saludable, aunque nuestras apetencias nos impulsen por la comida chatarra; hay que practicar deporte, aunque nuestro cuerpo desee dormir; y se debe cultivar una mente equilibrada, aunque los estímulos de nuestros tiempos nos invadan de información sobrecargada. El aspecto nutricional de la salud es fundamental para todo lo anteriormente comentado pues de los alimentos se extraen los nutrientes que permitirán tener un ambiente celular propicio para la reparación de los tejidos. Algunas de estas sustancias son producidas por nuestro organismo, pero otras solo pueden obtenerse de los alimentos ya que no somos capaces de sintetizarlas. Vitaminas como el complejo B, vitamina A, vitamina D y micronutrientes como el hierro, el calcio, el zinc, entre otros, son necesarios para el adecuado funcionamiento del organismo y su requerimiento aumenta en determinadas circunstancias como el embarazo, las enfermedades crónicas, la práctica de deporte de alta competencia, etcétera.

La vitamina C es, sin duda, la vitamina más importante ya que está implicada en la reparación de todos los tejidos a través de su relación con el colágeno, en la resistencia a las infecciones a través del sistema inmunológico y en la prevención y tratamiento de enfermedades a través de su acción antioxidante. La vitamina C no puede ser sintetizada por los humanos, por lo que dependemos totalmente de su consumo para tener niveles adecuados en nuestro organismo. Así mismo, no la podemos almacenar, por lo que debemos consumirla regularmente para evitar su carencia. En enfermedades como el cáncer, los trastornos hormonales, las enfermedades reumatológicas como la artritis, lupus, en las infecciones, en los grandes traumatismos, en las enfermedades cardiovasculares y, en general, en todo proceso que implique una mayor demanda de los procesos de reparación tisular, se necesita la vitamina C.

Pero la vitamina C tiene un papel de prevención antes del terapéutico. Es conocido su efecto antiedad, no solo por su acción sobre la piel, previniendo la aparición de arrugas, sino también sobre las articulaciones, los músculos y las arterias, a los que mantiene “más jóvenes”, retardando su degeneración. Es excelente previniendo el cáncer, pues elimina del cuerpo a todos los oxidantes procancerosos. Mejora nuestra resistencia a las infecciones, pues fortalece nuestro sistema inmune. Ayuda a la memoria, pues permite que las neuronas generen los procesos de integración neuronal propios del pensamiento.

Existen muchos alimentos que son ricos en vitamina C como el perejil, el pimiento, el brócoli, el kiwi, la papaya, la naranja, el limón, etcétera. Consumir de manera regular estos alimentos es importante para no tener deficiencia de esta vitamina. Los suplementos de vitamina C en pastillas también pueden ser provechosos, pero ninguna forma de consumo de vitamina C es mejor que su aplicación endovenosa. Así, las infusiones de vitamina C se han ido popularizando en el mundo por su fácil administración, su casi ausencia de efectos secundarios, su costo accesible y su mayor eficacia. Como ya se mencionó, debido a que no contamos con depósitos de vitamina C, es necesario su consumo regular. Sin embargo, el consumo oral, ya sea por alimentos o pastillas de vitaminas, tiene una eficacia tangencial si la comparamos con su administración endovenosa. Una infusión endovenosa de vitamina C representa una generosa carga de antioxidantes para el organismo que no se lograría por vía oral y que, en conjunción con otras medidas de buena salud, le permitirá al organismo mantenerse sano y, en casos de enfermedad, producirá los medios necesarios para que el organismo se regenere con mayor facilidad. Hoy, más que nunca, se está tomando consciencia de la importancia de las vitaminas y de la adecuada nutrición para la salud de las personas.

Escrito por los profesionales de INM. Derechos reservados.

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