Se define TALLA BAJA cuando la altura del niño se ubica por debajo del percentil 5 en las curvas de crecimiento. En otras palabras, se considera talla baja cuando el niño tiene una altura por debajo de la esperada para su edad y raza. Debe considerarse, sin embargo, que en el crecimiento intervienen diferentes tipos de factores que pueden determinarla. En primer lugar, los factores genéticos (nos orientamos con la talla genética obtenida de la talla de los padres), los factores biológicos (hormona de crecimiento, hormona tiroidea, hormonas sexuales) y los factores ambientales como una buena alimentación, la práctica de ejercicios con regularidad y la buena higiene del sueño. 

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Dentro de los factores genéticos, lo más importante es conocer la talla de los padres, puesto que la talla es un rasgo que tiene peso hereditario, de tal manera que si los padres no son altos, entonces la talla final esperada en el niño tampoco lo será.

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En los factores biológicos que determinan el crecimiento tenemos la adecuada actividad del IGF-1 (factor de crecimiento similar a la insulina) y la GH (hormona de crecimiento), con intervención de las hormonas tiroideas. A partir de la pubertad, también están implicadas las hormonas sexuales. Si alguno de estos componentes hormonales tiene deficiencia entonces el crecimiento del niño se verá seriamente afectado y, en consecuencia, su talla final será menor a la esperada.

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Finalmente, para que el niño crezca, los factores ambientales deben ser favorables. Los más importantes son la buena alimentación, con suficiente aporte de calorías y proteínas; la regular actividad física, dado que estimula la liberación de hormona de crecimiento; y un adecuado sueño nocturno, también porque estimula la liberación de hormona del crecimiento. Estos tres factores ambientales son importantes, pero en cada familia se suele descuidar uno u otro.

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El crecimiento también puede verse influenciado por enfermedades que van a alterar la talla final. Dentro de las enfermedades que causan talla baja se incluyen la desnutrición, retardo del crecimiento intrauterino, displasias esqueléticas, cromosomopatías como el síndrome de Down o el síndrome de Turner y las enfermedades crónicas sistémicas como la diabetes mellitus, el raquitismo, las enfermedades hepáticas, entre otras. ​.